miércoles, junio 08, 2011

El trompo metálico (2007/2011) de Heidi Steinhardt

Las vueltas de la vida, o gira, gira, bella Catalina.



Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz


En el espacio de La Carbonera dos son las piezas que se presentan de la actriz y autora dramática Heidi Steinhardt, El sepelio y El trompo metálico; esta última, en su quinta temporada1. La puesta se desarrolla en un espacio único, que sin embargo, es utilizado en dos niveles; antes de que comiencen las acciones, el personaje de Catalina (Carla Pessolano), en lo que simularía una buhardilla, desde arriba, lee ante la presencia del público, unos versos en francés. La lengua extraña, la lengua otra, es marca de distinción de una clase social, que es a la que los personajes de esta singular familia pertenecen. Lengua que por otra parte, está relacionada con la dependencia cultural del país, ya que desde siempre se consideró a Francia como la cuna de la cultura, y el paraíso intelectual al cual la élite quería acceder, ya desde los lejanos tiempos de El Salón literario (1837), en un tiempo y un territorio que buscaba construir su identidad bajo el gobierno de Rosas2. El vestuario, y los escasos elementos que componen la escenografía, no permiten establecer la temporalidad histórica, en realidad, luego veremos que son anacrónicos en relación al discurso; cuando Magdalena, la madre (Greta Berghese), comienza a narrar una desopilante autobiografía que enlaza la historia personal y la Historia nacional, desde una visión sesgada y tendenciosa. La relación de un padre autoritario (Diego De Paula), soberbio, que desprecia a todo y a todos, con las dos mujeres de la casa, es oscura y perversa; la relación entre la madre y la hija es desconcertante, por la ausencia de sentimientos maternales; inquietante en la aceptación del discurso patriarcal que el personaje sufre y reproduce, como si pudiera exorcizar en la hija su propia frustración, más allá de la evidente competencia que se establece entre ambas, ¿pura ficción teatral, o la lógica causal de una sociedad donde prima la voz masculina?, una sociedad que se siente amenazada en la figura paterna, y pretende en su sistema represivo, sostenerse a sí misma. El discurso histórico atraviesa la textura de la intriga, pero lo hace desde la parodia; los personajes están construidos desde la tipificación de clase; la enciclopédica instrucción que el padre pretende de Catalina, la rigidez de la educación, la lucha por ser la primera, el ‘deber ser’ de sobresalir para no humillar a sus progenitores, desplaza dentro de ese círculo vicioso, la palabra solidaridad, ignora la palabra amor; conceptos que son vistos por los integrantes mayores de la familia como sinónimo de debilidad. La puesta tiene una ajustada relación entre el texto, las excelentes actuaciones y la dirección, y logra desde la teatralidad y la conformación de personajes un fresco, una mirada despojada sobre las relaciones humanas; junto con la música, que construye el clima necesario para ese mundo claustrofóbico que compone ese triángulo familiar, excluyente y exclusivo. El trompo metálico es una crítica a la educación que recibimos, ajena a la realidad, que sólo sirve para el juego competitivo, es una crítica al orden hipócrita familiar, y es por elevación un reflexión de la sociedad que supimos conseguir. En el vértice la jerarquía familiar el padre y es quien regala a su hija en cada cumpleaños un trompo; entonces, la pregunta casi obligada es ¿por qué? La escritura escénica da cuenta del sinsentido en que viven los personajes, a partir de los distintos sistemas significantes. Desde el vestuario que nos ancla en un tiempo suspendido al espacio escénico dividido por la oposición: a la derecha el pupitre de Catalina y a la izquierda el escritorio de los padres; el centro está destinado para el pizarrón, el único testigo mudo de la violencia psicológica y física ejercida por los padres. Pero es también en este centro, remarcado por la iluminación, donde la adolescente baila dando giros, donde sufre las agresiones, donde luego juega con su nuevo trompo y donde, en un determinado momento, parece tomar conciencia de que el mismo impulso que hace girar al trompo la puede impulsar a ella fuera de este circulo vicioso, opresivo y diabólico. A la pregunta ¿por qué no cae el trompo? Catalina parece descubrir la respuesta: la fuerza vertical ejercida sobre el trompo por el suelo es igual a su peso, por lo tanto, la fuerza resultante vertical es nula. Como nula es la fuerza de la relación familiar, como si se hubiese abortado antes de engendrar una nueva vida. Este es el clímax que alcanza el hecho espectáculo minutos antes de terminar, cuando Catalina comienza a girar por su propia fuerza y el público retoma su respiración normal.







El trompo metálico de Heidi Steinhardt. Elenco: Greta Berghese, Carla Pessolano, Diego de Paula. Diseño de vestuario: Heidi Steinhardt. Asistencia de dirección: Juan Fináis. Colaboración en iluminación: Leandro Fretes. Teatro La Carbonera.


Steinhardt, Heidi, 2008. “El trompo metálico” en Obras premiadas. Concurso Colihue Teatro 2008. Buenos Aires: Colihue Teatro.





1 El trompo metálico se estrenó en 2007 en el marco del proyecto Óperas primas en el Centro Cultural Ricardo Rojas y fue seleccionada para la Fiesta del Teatro de la Ciudad de Buenos Aires; fue varias veces premiada. Su autora, Heidi Steinhardt, (1977), es además actriz y directora, realizó estudios de danza clásica y moderna, expresión corporal, cursos de actuación con Patricia Hart, entrenamiento para actores con Julio Chávez, seminarios de actuación con Helena Tritek, Guillermo Angelelli y Patricia Stavinsky. Cursó un año y medio de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, pero luego se dedicó por entero al teatro. También siguió la carrera de Artes, y se dedica a la docencia.

2 Desde algún punto el vestuario, aunque no determinante, en sus contrastes de colores, la fuerza del rojo en la vestimenta de la madre, y el traje del padre que señalaría un tiempo otro, sugiere una lectura que atraviesa nuestra memoria histórica. La relación que establece Steinhardt en la pieza, de un triángulo familiar en clave paródica, recuerda al que construyera Griselda Gambaro en La mala sangre, pieza de 1982 como tiempo de enunciación, y de 1840 como tiempo del enunciado; donde la fuerza del discurso patriarcal dominaba la vida de los personajes. En el texto de Gambaro la metáfora política, clara en su concepto, daba cuenta de un momento y un lugar presente en una mirada vuelta hacia el pasado. En la pieza de Steinhardt, la tragedia se transforma en una lectura grotesca de los vínculos que finalmente son transgredidos por la fuga de Catalina; las situaciones nos permiten ser testigos de nuestro propio ridículo y reírnos de nosotros mismos.








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