lunes, julio 11, 2011

Mi vida después de Lola Arias

Las tres de la tarde de un domingo de sol en el Abasto, un horario cada vez menos inusual para el teatro; un espacio, La carpintería, y una cita con un espectáculo diferente que trabaja con la construcción de la memoria, y la necesidad de quebrar el silencio para ordenar los fragmentos del pasado de nuestra historia más reciente. La Historia se puede narrar desde los hechos fechados, documentados, legitimados por la escritura y la Academia, pero la historia de un país no es sólo eso, sino es todos aquellos acontecimientos que narran las vidas de las personas, desde la construcción más íntima y personal, desde el dolor o la alegría más auténtica. La memoria de cada uno, conforma la memoria colectiva; la necesidad de esa memoria es la continuidad de un proceso y un proyecto de identidad que no olvide ninguno de sus momentos, que no trate de borrar a quienes constituyeron parte de los mismos, que no seleccione y destituya su existencia. La historia de los protagonistas de la década del setenta, es un presente continúo en la memoria de quienes son sus herederos directos, y un ritornelo necesario para toda una sociedad que quiera construir su historia sin agujeros negros, sin espacios vacíos, sin ausencias que no tengan explicación alguna. Lola Arias, toma el compromiso de restaurar desde el teatro la memoria desplazada por el discurso negador, que sólo sabe de fechas, números y estadísticas; que cree aún en la objetividad a raja tabla del relato histórico, sin dar cuenta de su construcción ficcional en sus dos variables, la selección y la interpretación. Para ello elige la mejor forma, pedirles a los actores reales, víctimas de los sucedidos, que cuenten, que narren la historia desde su propia mirada, apelando a los recuerdos tejidos en la memoria por los objetos que devienen siempre en algo más. Esta poética de teatro documental, que descansa en los materiales de la intimidad de sus actores, Arias la recrea de la experiencias teatrales de Viví Tellas, una de las directoras de teatro experimental más reconocidas de Argentina; “quien trabaja desde hace años rastreando elementos teatrales (la repetición, la presencia, la situación, la mirada de los otros, el texto) en vidas, situaciones o disciplinas exteriores al teatro. Emparentado con el género documental, el teatro de Tellas no descansa en la representación sino más bien en la presentación de “casos“”. Desde la ropa que llena el escenario, y que cae insistentemente en ese espacio con profundidad, los coches de Speratti, la última carta de un padre a su hija, la búsqueda a través de las fotos de una verdad que se niega y se escapa, una tortuga a la que se le consulta por el futuro ya que fue testigo fiel del pasado, filmaciones caseras, legajos de una hija que toma la valiente decisión de ayudar a su hermano a buscarse a sí mismo, un hijo que narra con humor la vida de su padre cura; quien decide desde un lugar otro cumplir con el amor a Dios; la directora conforma una puesta distinta donde sin embargo no está ausente la alegría, la posibilidad de superación, el humor para contar lo propio, junto a la bronca contenida que explota en una batería que nos lleva a actores y espectadores a un lugar de tensión muy alto. Seis personajes, seis historias, ajenas y cercanas, que vuelven desde el tiempo y nos son propias, porque somos el resultado de aquellas experiencias y aquellos sueños compartidos. Tres generaciones en escena, la ausente aquella que reconstruye el recuerdo, la presente, aquella que propone el ejercicio de la memoria, para mantener vivas las imágenes que se intenta borrar y para tejer las redes sociales que nos identifiquen, y la generación representada por Moreno, que puede darle sentido al todo a través de un padre que rescata para él la voz grabada de su abuelo, asesinado por la dictadura. Los materiales aportados por los mismos actores /personajes, son utilizados en su conjunción imagen /sonido, y las pantallas ponen la puesta en abismo, en una metateatralidad donde la mirada se involucra tridimensionalmente: Liza en un momento adopta el papel de “directora de cine”; mientras detalla el guión, Blas y Carla toman el lugar de su madre y su padre y se colocan frente a la cámara siguiendo sus instrucciones. Mientras tanto, podemos ser testigos de las secuencias ya que la imagen se proyecta, al mismo tiempo, sobre una pequeña pantalla que sostiene el personaje de Pablo. La música en vivo, la representación dentro de la representación de los hijos actuando como sus padres, utilizando sus ropas o sus objetos, la voz que vuelve desde un grabador, o desde las palabras encerradas en una muñeca, la verdad que puede ser dicha ante la ley luego de haberlo hecho en un escenario; (La Cámara Federal de la Capital usó como argumento la participación de Vanina Falco en el teatro para permitirle declarar contra su padre biológico, Luis Falco, en el juicio por apropiación de Cabandié) son elementos de esta pieza/ documento que logran una fuerza que atraviesa cuerpos y conciencias. Seis microhistorias diferentes, cuyos materiales son aportados por sus protagonistas, que están unidas por un pasado en común, el de una sociedad atravesada por la intolerancia, la violencia y el silencio, el de aquella década que algún día podremos mencionar sin el apremio de indagar en lo oculto que aún necesita ser develado. Seis relatos vivos, que conviven con la cotidianidad del momento de la enunciación, y se producen en una perfomance permanente en cada nueva puesta.







Mi vida después de Lola Arias Actúan: Blas Arrese Igor2, Liza Casullo3, Carla Crespo4, Vanina Falco5, Pablo Lugones6, Mariano Speratti7, Moreno Speratti da Cunha. Vestuario: Jazmín Berakha Escenografía: Ariel Vaccaro. Iluminación: Gonzalo Córdova. Video: Marcos Medici Música: Ulises Conti Asesoramiento histórico: Gonzalo Aguilar. Prensa: Daniel Franco, Paula Simkin. Colaboración autoral: Blas Arrese Igor, Liza Casullo, Carla Crespo, Vanina Falco, Pablo Lugones, Mariano Speratti, Moreno Speratti da Cunha. Colaboración musical: Lola Arias, Liza Casullo Dramaturgista: Sofía Medici. Coreografía: Luciana Acuña Dirección: Lola Arias. Teatro La Carpintería.








Archivo Tellas. http://www.archivotellas.com.ar/
Filozof, Leandro, 2010. “En el nombre de los padres” en Revista Veintitrés, año 12, época II, número 626, 4 de julio, pág. 76/78.







http://lacarpinteriateatro.wordpress.com/2011/02/03/mi-vida-despues-de-lola-arias-viernes-20-30-hs/

http://lacarpinteriateatro.wordpress.com/


http://www.lorena-fernandez.com/index.php?/teatro/mi-vida-despues--lola-arias/











1 Lola Arias (Buenos Aires, 1976) Escritora, directora de teatro, performer y compositora de canciones. Fundó la Compañía Postnuclear, un colectivo interdisciplinario de artistas con el que desarrolla diversos proyectos de teatro, literatura, música y artes visuales. Además, junto con Ulises Conti, Andrés Ravioli y Juan Ravioli tiene un grupo con el que compone música para sus obras. En teatro escribió y dirigió: La escuálida familia, Estudios de la memoria amorosa, Poses para dormir y la trilogía: Strip tease, Sueño con revólver y El amor es un francotirador.En colaboración con el artista suizo Stefan Kaegi, desarrolla proyectos de teatro documental como Chácara Paraíso (una instalación biográfica con policías brasileños) o Airport kids (un proyecto sobre niños internacionales en suiza). Publicó: Las impúdicas en el paraíso (poesía, Tsé-Tsé), La escuálida familia (teatro, Libros del Rojas), Mi nombre cuando yo ya no exista (teatro, Ed. Cierto Pez, Chile), la trilogía Strip tease, Sueño con revólver y El amor es un francotirador (teatro, Ed. Entropía) y relatos en revistas. Sus textos fueron traducidos al inglés, francés y alemán, y representados en varios festivales internacionales: Steirischer Herbst Festival, Kunsten Festival des Arts, Spielart, Stuke Festival. Mi vida Después fue estrenada en el Teatro Sarmiento en marzo del 2009, Lola Arias trabaja con la poética inaugurada por Viví Tellas, teatro documental, precursora de este género en la Argentina y de un Ciclo llamado Biodrama, producto del cual surgió esta obra. La directora y dramaturga del proyecto, Lola Arias, ya desde trabajos anteriores muestra su interés por explorar las fronteras entre la ficción y lo real, cuestionando también las categorías de personaje y abriendo la mirada hacia lo performático. Para ello utiliza distintos recursos tanto sonoros como visuales que colman la escena de imágenes muy potentes y diversas que se mantienen de principio a fin.


2 Blas Arrese Igor, 1975. Su padre fue cura hasta que conoció a su madre y tuvo seis hijos varones. Recuerda el autoritarismo y la disciplina del seminario donde cursaba, donde estaba prohibido pertenecer a partido político alguno.

3 Liza Casullo, 1981. Hija del escritor y ensayista fallecido Nicolás Casullo y de la periodista Ana Amado, cuya foto junto a César Masseti aparece como fondo de su relato en la puesta. Sus padres se exiliaron en 1974 después de ser amenazados por la Triple A. Regresaron al país en 1983.

4 Carla Crespo, 1976. El padre era sargento del Ejército Revolucionario del Pueblo. Lo hirieron en Monte Chingolo y fue fusilado tres días después. En la puesta, Carla escenifica los posibles finales de su padre, ya que la información que se le daba no siempre era fidegnina.

5 Vanina Falco, 1974. Pasó de ser la hija preferida de su padre, policía que oficiaba de visitador médico, a irse de su casa a los 21 años con un ojo morado, porque su padre no aceptó que era lesbiana. A partir de las sospechas y de investigar junto a su hermano Mariano, descubrieron que el padre no vendía medicamentos como decía, sino que era policía de inteligencia. El hermano en realidad se llamaba Juan Cabandié, había nacido en el centro clandestino de detención de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), y era hijo de desaparecidos.

6 Pablo Lugones, 1983. De los Lugones invisibles, en su árbol genealógico figuran sin embargo, Francisco y Leopoldo Lugones, además de generales, terratenientes, poetas y policías. Sus padres eran banqueros, el banco fue intervenido en 1976 por los militares.

7 Mariano Speratti, 1972. Sus padres militaron en la Juventud Peronista. El padre tenía un taller de autos. En los autos escondía armas. Tres años después del nacimiento de Mariano, fue secuestrado en un operativo de las Fuerzas Armadas. Sigue desaparecido. Moreno es su nieto.
 










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