lunes, agosto 01, 2011

La importancia de llamarse Ernesto (1895/2011) De Oscar Wilde


Los años noventa del siglo diecinueve, Londres, época victoriana1 de rigidez moral e hipocresía reinante, son los años de mayor brillantez para Oscar Wilde, donde es aclamado y celebrado como un interesante y excelso dramaturgo, así también como un dandy2 en todos los conceptos del término; mimado por los intelectuales e invitado a los más distinguidos salones de la sociedad, produce una serie de textos que encabeza El abanico de lady Windermere(1892); serie de comedias o melodramas de sociedad que culmina con La importancia de llamarse Ernesto en 1895. La doble moral, la máscara social, el esconder el monstruo que llevamos dentro ya había sido temática del autor en otro género –la novela- relato que le dio prestigio de escritor El retrato de Dorian Gray (1891). La puesta llevada adelante bajo la dirección de Hugo Álvarez traduce la fina ironía del autor, y propone a los actores un juego de enredos de salón y malentendidos producidos por el afán de la conquista amorosa, y la diversión que la sociedad negaba por pecaminosa, obligando al individuo a fingir, mentir y ser debajo de la máscara del parecer. Finalmente, la verdad que se revela hacia el final deja al descubierto no sólo las trampas del azar, sino también el ocultamiento y la falsedad de las familias, que siempre guardan algún muerto en el placard o debajo de la alfombra. La búsqueda de la mujer victoriana de un marido que sea la finalidad de su vida y su manutención, es decir un hombre “serio” juega irónicamente en el texto cuando Cecily desea casarse con el supuesto hermano de su tutor porque se llama Ernest y además porque posee una personalidad alejada de la austeridad y la rigidez, es decir, un dandy. Lo lúdico con el lenguaje se da porque Ernest suena igual que earnest, “serio” o “formal” en inglés. Con acierto, la utilización del teatro a la italiana construido con paneles de tela blanca móviles, permite que los personajes entren y salgan sin la dificultad de puertas y ventanas, ofreciendo al espectador el adentro y el afuera de lo narrado, así como también el cambio espacial de la ciudad al campo. Espacio acompañado, por la figura, como espectador, del autor en un muñeco de tamaño natural que preside la sala, y por una escenografía también blanca, minimalista y funcional; integrada por cubos que guardan elementos y que son a la vez bancos o mesas según la secuencia lo requiera. El blanco propone una mirada aséptica sobre la sociedad, que era como ella se presentaba a sí misma, una sociedad que aspiraba a una perfección moral, donde la divisiones de clases eran muy claras, y el bienestar y el confort de las clases acomodadas, se escondía tras la dura fachada de las buenas costumbres. El blanco del fondo, también como cierre, presenta imágenes del propio Wilde, de su persona y de las numerosas caricaturas que se le realizaron, junto a la letra de una canción que dialoga con la textualidad del autor. La propuesta de Hugo Álvarez ha respetado el texto dramático en su mayor parte, ya que el desdoblamiento de los personajes femeninos de Gwendolin (Josefina Vitón / Graciela Clusó) y de Cecily (Dolores Sierra / Paula Colombo) tendrían que ver con el desenmascaramiento: “el uso y el abuso de la máscara” social. Pero, este recurso junto a los paneles de tela móviles, a la escena con un tinte de comedia musical y a la canción “homenaje” del final son una forma de encontrar un ritmo y por lo tanto un sentido a la obra: el desafío de poner en escena un clásico y demostrar que determinados “valores” aún se sostienen. Los actores llevan adelante el rol que les toca jugar con solvencia y gracia, permitiéndole al público disfrutar desde la risa y la reflexión de una pieza que aparenta hablarnos de otra época y de situaciones superadas. Cada actor con sus desplazamientos, su gestualidad y sus tonos de voz le permite crear al espectador un espacio y un tiempo ficcional que no sólo le confiere al hecho espectáculo ese sentido especifico, sino que como un puzzle cada pieza tiene un encastre perfecto y cada sistema significante confluyen en una acabada puesta en escena.








La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde, traducción / versión de: Graciela Castellanos / Hugo Álvarez. Elenco: Hugo Alvarez, Judith Buchalter, Graciela Clusó, María Paula Colombo, Enrique Papatino, Gustavo Pardi, Maria Dolores Sierra, Julio Ricardo Tortosa, Flavia Evangelina Vitale, Josefina Vitón. Escenografía: Edgardo López Alvarellos. Realización escenográfica: Miguel Yanson. Vestuarista: Claudio Perez. Maquillaje y peinados: Gabry Romero. Paola Costantino como maquillaje de caracterización de Lady Bracknell. Coreógrafa: Karina Kogan. Músico: Julio Scalise. Diseño de iluminación: Daniel Bustamante. Muñeco Wilde: Lorena de la Fuente. Ayudante de dirección: David Robles. Asistente de escena: Roberto Zabala. Ayudante de vestuario: Marina Radice. Realización de vestuario: Claudia Piñeiro. Puesta en escena y Dirección general: Hugo Álvarez. Teatro Corrientes Azul.3 Viernes 21hs.








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1 En la época victoriana hubo grandes cambios con respecto al sexo, se condenó toda actividad sexual, que no tuviera como fin la reproducción, la iglesia tuvo mucha influencia, predicando insistentemente, cuales debían ser las prácticas permitidas, y condenando enérgicamente todo lo que fuera contrario a sus mandatos. Hasta inicios del siglo XVII, los cuerpos se exhibían y las prácticas sexuales se realizaban sin mayores restricciones, pero con la llegada de la Burguesía Victoriana, la sexualidad fue replegada y encerrada en la alcoba conyugal, siendo su único objetivo la reproducción, sólo los burdeles y manicomios eran la excepción, convirtiéndose en el lugar de las sexualidades ilegitimas. La grandeza británica alcanza su cúspide con la llegada de Victoria I de Inglaterra (1819-1901), quién subió al trono en 1837 y gobernó el Imperio Británico, devolviéndole la estabilidad a la corona. Su reinado es considerado uno de los más prósperos de su época, por lo cual llegó a convertirse en símbolo de un período que tomara su nombre: “la era victoriana”. Con la reina Victoria en el poder (1837-1901), la dominación británica del mundo, alcanzó niveles inusitados, su reinado convertido en emblema de la consolidación del Imperio Británico, fue testigo del ascenso de las clases medias y se caracterizó por una moralidad profundamente conservadora y un intenso nacionalismo. Se realizaron una serie de reformas electorales y sociales, la proliferación de las grandes empresas capitalistas había favorecido la toma de conciencia política de la clase obrera, a partir de inicios del siglo, las reformas fueron más radicales, en 1913, logró introducir una reforma electoral, en la cual extendió el sufragio de tal manera, que sólo quedaron sin votar las mujeres y los sirvientes.

2 Los Hombres de esta era son sin duda personajes muy particulares, siendo su característica más interesantes (y explotable a nivel rol), la famosa “doble moral victoriana”, consistente en el mantenimiento de una fachada de sobriedad, religiosidad, conservadurismo y moralidad ante el resto de la sociedad mientras que se cometen las acciones mas atroces e inmorales en el ámbito privado, en mayor o menor grado todos los individuos (especialmente los de la alta sociedad) se manejan de esta manera; pudiendo sus pecados ir desde negocios no muy legales o affaire con el servicio doméstico hasta asesinatos brutales (se sospecha que Jack el Destripador era un miembro de la élite londinense). Sin duda el personaje paradigmático de esta época es el Dr.Jekyll, el personaje de la novela de Robert L. Stevenson que era un miembro eminente de su comunidad pero se convertía en una bestia (llamada Mr.Hyde) por efecto de una poción. Los miembros de las clases privilegiadas de la sociedad victoriana siguen el modelo de lo que llaman “caballero”, una persona de ingresos cuantiosos, notorio buen gusto, modales refinados y de intachable conducta, solían juntarse en “clubes de caballeros” de diversas orientaciones (de caza, de viajes, de debate, de financistas, etc.) en los que pasaban gran parte de su tiempo libre y en los que desarrollaban gran parte de su vida social. La vestimenta era de importancia capital y los caballeros se esmeraban tanto, o más que las mujeres en lucir bien, siendo que quienes no lo lograban eran salvajemente criticados y ridiculizados, los hombres podían tener toda clase de vicios secretos; abusar de drogas (ajenjo, opio, cocaína), manifestar tendencias sádicas o masoquistas, frecuentar burdeles y diversas desviaciones sexuales (muchas personas escapaban de las inmensas represiones de la sociedad en el único lugar privado: la alcoba. ) El dandysmo según el filósofo Tomás Abraham proviene de la mirada estética, “ésta es una puerta de entrada el novedoso tema de la “personalidad”. Ser una personalidad interesante es un nuevo ideal derivado de las filosofías de la subjetividad. Buscar el modo de ser singular, autor de la propia vida, original en la obra. (…)Sin embargo, esta tarea puede convertirse en un espejismo y en una trampa. Una persona estética es la que busca el placer inmediato. Vive al instante y en el instante. Hoy la calificaríamos en el rubro del maníaco del consumo. Todo lo quiere comprar, es esclavo de las grandes marcas y siervo de la imagen. Se desvive por aparecer en la televisión y se arrastra por conseguir quince minutos de fama. En aquella época no era el consumismo el denuesto adecuado para condenar una de las formas de la frivolidad, sino el dandysmo de boulevard, la pose en el palco del teatro, la vestimenta llamativa, y la personalidad excéntrica.” (La caja digital, La página de Tomás Abraham) En este contexto, la situación de las mujeres en la Era Victoriana eran relegadas a un segundo plano, aquellas que pertenecían a las clases altas llevaban una existencia que a simple vista podría parecer medieval, aunque existían numerosas diferencias, en la mayor parte de los casos se casaban de bastante jóvenes con caballeros que sus padres y hermanos elegían de entre sus pretendientes por su condición económica y social, una hija mujer era vista como poco menos que un castigo por un padre y era casada tan pronto como era posible, como ya se dijo, recibían un trato cuasi-medieval, enseñándoseles desde la infancia las labores de una dama, el protocolo para toda ocasión social, la doctrina religiosa, determinadas artes y algunos idiomas, estas damas eran quienes mantenían activa gran parte de la vida social de la época, organizando en sus lujosas viviendas bailes, tes, ágapes y tertulias a los que solo eran invitadas las personas que por su riqueza, fama, prestigio o carisma eran consideradas dignas, determinando de esta forma quién y qué esta de moda y quién y qué no lo está, estos eventos eran de enorme importancia, además, porque en ellos se conocían personas de condiciones similares a las propias y se presentaba en sociedad a hijos e hijas en la edad apropiada. (Extraído del artículo “La era Victoriana” del Dr. Daniel Estévez.)

3 La sala Corrientes Azul es una sociedad sin fines de lucro que fue fundada por el grupo de Teatro Mascaraazul el 23 de abril de 2004. Este grupo teatral inició sus actividades por iniciativa de Hugo Álvarez en Suecia en el año 1991, desarrollando una intensa actividad teatral en dicho país y a partir de 1997 en la Argentina.












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