lunes, agosto 15, 2011

La Tarántula de Patricia Suárez



Patricia Suárez fiel a su poética realista incursiona en el costumbrismo de principios de siglo siguiendo los pasos de aquellos dramaturgos que tomaron la temática inmigratoria; no lo hace desde su problemática política – social, (aunque en el texto de La tarántula marginalmente el conflicto aparece: en la forma despreciativa que el viejo italiano se refiere al país, a sus habitantes, y a sus políticos); sino desde la problemática más íntima que subyace en el enfrentamiento generacional, entre padres gringos e hijos criollos, y la desconfianza sistemática entre ambos no sólo por una cuestión sentimental sino por el atravesamiento del dinero, de la tierra que lo produce, de los bienes que se poseen y se disputan, de quien en definitiva ejerce el poder privado que con el tiempo derivara también en el poder público. Ser el dueño de la tierra convierte al personaje del padre, excelentemente interpretado por José María López, en un pequeño dios tutelar de su lar, donde como un demiurgo egoísta y caprichoso, controla vidas y pareceres; del otro lado su hijo varón, Fiore, construido con la misma calidad artística por Martín Urbaneja, reclama para sí y su familia la tierra “prometida”, en sus dos significaciones, aquella que se le dijo que sería suya, y aquella que representa en su imaginario la libertad del yugo paterno. En el medio, el triángulo se cierra con la figura inquietante de la mujer, que en más de un relato tanto dramático como narrativo de la historia literaria argentina, produce la ruptura entre la amistad posible de dos hombres1, sin importar si su parentesco es sanguíneo o no; la relación de Felice, Melody Llarens, con ambos hombres se construye desde el deseo en todos sus matices, y el rechazo más visceral, y ella como la tarántula sabrá tejer su tela con los hilos de su cuerpo y de sus palabras. La actriz construye un personaje seco y extraño que permite y prohíbe, que establezca redes con los otros integrantes de la familia, la mamá / suegra, y que finalmente desnuda su alma material, desamorada y fría, que llega al espectador desde ese constructo pero que no le acerca matices a su composición. Mientras los actores le dan cuerpo, como en un reñidero de gallos, al enfrentamiento entre padre e hijo, con sus desplazamientos en el espacio real representado van midiendo sus fuerzas pero, a diferencia de la riña de gallos, no están en las mismas condiciones. Sino que son dos generaciones distintas: El Padre ejerce su poder dictatorial para someter al resto de la familia; y Fiore, que ha resistido su autoridad en inferioridad de condiciones, abandona su “huelga particular” por una nueva esperanza con la llegada de su hijo, el varón tan esperado. El clima violento, claustrofóbico, y la amenaza de un único desenlace posible es creado tanto desde el dispositivo escénico con los materiales utilizados como por el accionar de los actores. Quienes a través del sólido texto dramático y con mucho profesionalismo van “cerrando” el espacio privado de los personajes y dándole, a la vez, un sentido univoco: la joven pareja está atrapada en la retícula patriarcal. El espacio virtual representado surge como lo injusto y lo falso -las hectáreas prometidas y nunca otorgadas por El Padre- o como lo nefasto y lo pecaminoso –la vida en el pueblo y el trabajo en las fábricas para las pequeñas hijas de Felice. La tensión dramática no produce el clímax quizá necesario para el logro final del texto espectáculo, pero como desde el inicio de la obra esta tensión no decrece en ningún momento se produce en el espectador una opresión que si bien es ficcional se siente a flor de piel.








La Tarántula de Patricia Suárez. Elenco: José María López, Melody Llarens, Martín Urbaneja. Escenografía: Raúl Marego. Vestuario: Nora Cervantes. Iluminación: Osvaldo Ponce. Fotografía y diseño gráfico: Daniela Torta. Realización escenográfica: Oscar Marego, María Basilotta. Operación técnica: Leonardo Giardina. Prensa y difusión: Laura Brangeri. Producción ejecutiva: Claudio Lentz. Directora asistente: Mónica Benavides. Dirección y puesta en escena: Héctor Oliboni. Teatro del Pueblo. Sala Teatro Abierto. Sábado 20hs.









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Borges, Jorge Luis, 1989. “La intrusa” en El informe de Brodie. Buenos Aires: Emecé.








1 El cuento de Borges sobre los dos hermanos Nilsen en su cuento La intrusa, es un buen ejemplo de cómo desde la mirada patriarcal la mujer siempre siembra desavenencias, y es producto de conflicto al cosificarse bajo la mirada masculina. De hecho desde la gauchesca literaria o teatral, la amistad entre hombres es más importante y necesaria que el amor por una mujer. Narra Borges: “(…) Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡Quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que había traído la discordia.” (Borges, 1989,21)






















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