martes, noviembre 22, 2011

El jardín de los cerezos (1904/2011) de Antón Chéjov . Adaptación de Alfredo Martín


 
Antón Chéjov1 escribe sus cuentos y obras dramáticas sobre su Rusia natal desde la decepción y la ternura. Una mirada piadosa sobre una sociedad que va sembrando el camino de las semillas de su propia desgracia, y lo hace con una liviandad que lo asombra y lo desespera. Médico del cuerpo, lo es del alma rusa cuando escribe. El jardín de los cerezos2, es claramente, la expresión de ese dolor por la pasividad, y la negligencia de los suyos, y esa atmósfera entre trivial y asfixiante es lo que logra la dirección de Alfredo Martín en la puesta que lleva adelante en Andamio 90.  Con un ritmo diferente a otras versiones que llevan la inactividad de sus personajes a proyectarse en una secuencia de mayor lentitud, Martín imprime a las acciones una continuidad, que provoca en el espectador la necesidad de ser testigos acabados del fin de una familia que se sostiene en el bastión de un jardín que es símbolo de una clase y de una manera de ver la vida. La distribución espacial contribuye a la espesura del texto escénico, ya que en una triple dimensión, nos permite ver en acción a los personajes en una profundidad de campo; y ser testigos de sus diálogos en proscenio y de su presencia en el interior; trasgrediendo hacia delante el espacio escenográfico, delimitándolo por las acciones. La búsqueda de un naturalismo no exacerbado, hace que los objetos sean los indispensables, para dar cuenta de la ecuación tiempo /espacio; acompañados por el vestuario y los sonidos de extraescena, la dirección logra el efecto buscado. El pensamiento chejoviano está en sus personajes, son ellos los que abordan su conciencia de mundo: “En doscientos o trescientos años – dice Vershinin en Tres hermanas-, en mil años quizás, habrá una vida nueva y feliz. Nosotros no seremos parte de esa vida, seguramente, pero es en función de ella que vivimos, trabajamos y sufrimos. Nosotros la creamos y es el único objetivo de nuestra existencia y, si usted prefiere de nuestra felicidad”. Y el Dr  Astrov se lamenta en en Tío Vania: “Los que vivan dentro de cien años, de doscientos años, nos despreciaran por haber vivido nuestra vida de manera tan tonta, tan chata, y ellos encontrarán, sin duda, la manera de ser felices…”. En El jardín… la búsqueda a través de la palabra de una explicación a la vida de esos seres se reparte entre los personajes de Trofímov (Mariano Scovenna) y el personaje de Yermolái (Alfredo Martín), uno dando cuenta de la inutilidad de esa sociedad y el otro proponiendo la construcción de un mundo donde lo pragmático podría solucionar una problemática que el resto no quiere ver, dichoso a su manera de comprobar que de un pasado campesino, él puede ser un terrateniente, ante la fragilidad de una clase a la que aspira; en la intersección de ambos pensamientos aparece la encrucijada de la mirada chejoviana. Que también reflexiona sobre la absoluta inconsistencia y falta de sentido de la vida de muchas de las mujeres rusas de clase es uno de los centros a donde apuntan los dardos del autor, ya que la construcción de las figuras femeninas en sus obras, tienen además de un lineado social, una mirada desde el género. Las cinco mujeres que aparecen en El jardín…, Liubov, Varia, Ania, Charlotta, y Duniasha,  son representantes de estratos sociales distintos pero también dentro del marco de la vida individual, actúan con las herramientas que su condición les impone; esperar, ser discretas, sometidas al deseo y a la oportunidad que el dinero les ofrece, sin escapar a su sino, cuya transgresión es la causa de su desgracia. La soledad de un sexo que no se atreve, en un mundo que tampoco se atreve  demasiado, es una doble sentencia de muerte. Chéjov retrata un universo femenino acorde con su mirada del mismo, en un territorio donde, sin embargo, las mujeres iban ganando terreno en una lucha que las llevaría a la Revolución de octubre. Como afirma Nora Domínguez: “La revolución rusa fue iniciada por la mujeres. Alrededor de diez mil trabajadoras de la industria textil salieron a las calles de Petrogrado para protestar por el racionamiento del pan. Era el 23 de febrero y, de acuerdo con el calendario ortodoxo ruso, esa jornada se celebraría el día internacional de la mujer. La protesta se convirtió en huelga general, se extendió a otras ciudades y finalizó con la abdicación del zar.” (…)2 La nostalgia por un mundo que se acaba irremediablemente, y del que Chéjov anhelaba su fin, queda explicitado en el personaje del viejo criado, Firs, (Eduardo Finkielsztein) que cierra el relato; siervo resignado a su condición, que teme a la libertad. La puesta de Alfredo Martín respeta el mundo chejoviano pero le imprime un ritmo de comedia, que las buenas actuaciones confirman y que el autor ruso hubiera aprobado.



El jardín de los cerezos sobre una obra de Antón Chéjov. Elenco: Cristina Fernández, Luis Dartiguelongue, Agustina Arregui, Victoria Fernández Alonso, Alfredo Martín, Mariano Scovenna, Eduardo Finkielsztein, Guillermo Ferraro, Carolina Vela, Alberto Astorga, Natalia Chiesi, Agustín Corsi. Asistente de dirección: Natalia Vozzi. Asesoramiento artístico: Marcelo Bucossi. Crítico invitado: Christian Lange. Iluminación: Pehuén Stourder. Escenografía: Ariel Vaccaro. Vestuario: Ana Revello. Fotografía: Daniel Goglino. Diseño gráfico: Cecilia Elasche. Objetos: Ana Revello/ Emi Pope. Dramaturgia y dirección: Alfredo Martín. Andamio 90.



Domínguez, Nora, 1996. “Mujeres rusas. Entre el lujo y la exclusión” en Revista Teatro, la Revista del Teatro General San Martín, Tercera época, año 2, número 4, noviembre. (44/45)





1El jardín de los cerezos tuvo numerosas puestas en los teatros de Buenos Aires, algunas de las más recordadas son las que se pusieron en los escenarios del Teatro General San Martín. En 1966 a cinco años de su inauguración, el elenco de la Comedia Nacional que dirigía Luisa Vehil, bajo la dirección de Jorge Petraglia, y con la participación de Delia Garcés como Liubov. En plena dictadura militar, 1978, con traducción y dirección de Omar Grasso, con el condimento de una escenografía realizada por Raúl Soldi. Alicia Berdaxagar, Miguel Ligero, Oscar Martínez, entre otros, formaron parte de aquel elenco. Tuvo su reposición en 1981; donde algunos nombres son reemplazados por Osvaldo Bonet, Juana Hidalgo, Ingrid Pelicori. Seis años más tarde, bajo la dirección de Inda Ledesma, otra vez sube al escenario del San Martín, El jardín de los cerezos. 

2 Continúa: “En 1881, una mujer, Sophia Perovskaia, figuraba en el grupo que participó en el atentado contra el zar Alejandro II. Las mujeres constituían más del 10% de los revolucionarios rusos en la época de 1870; esta proporción era del 30% en los grupos más extremistas. Elizaveta Koválskia, revela que la emancipación de los siervos en 1861 dio lugar al surgimiento de un movimiento de mujeres que comenzó a unirse hacia 1870 en grupos de estudio para discutir su lugar en la sociedad.” (Domínguez, 44)

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