lunes, noviembre 21, 2011

Llueve en Barcelona de Pau Miró



¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, ¡hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad.
¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!

(Juan Salvador Gaviota)


La prostitución es un tema fuerte para la vida y el escenario, sobre todo cuando su exposición es desde el interior de la vida de una mujer que muestra su fragilidad en relación a quien la maneja en su trabajo, y en relación a sus clientes, como un objeto de compra y venta. Las secuencias, en la puesta de Yoska Lázaro, se suceden en el escenario, a un tiempo marcado por el teléfono y la imperiosa necesidad de los otros. Entre ellos, uno que parece distinto, que tiene un trato sexual diferente, una historia personal pesada, pero que sobre todo la acerca a un mundo otro, que le permite soñar con ser otro tipo de mujer, una persona culta, que pueda vivir como el resto; “parezco normal” le dice a su rufián en un momento en que se va a encontrar con ese cliente que siente que le abre las puertas a un lugar que ansía. La normalidad, a través del afuera, la ropa, la manera de pararse o de maquillarse, el vocabulario que se agiganta a partir de las citas de poetas que aparecen en los bombones, y que forman parte de ese nuevo escenario que siente que va creando, casi sin darse cuenta cómo. El lugar de la mujer que entrega para sobrevivir la única herramienta que posee, su propio cuerpo, que vende, alquila, enajena, pero que se guarda para sí lo que no se compra ni se vende: las ilusiones. Sin voluntad para luchar contra el mandato  de una sociedad machista, Llueve en Barcelona propone una lectura mínima pero eficaz, sobre la soledad de quien es para los demás sólo un cuerpo.1 La cultura también es un tema dentro de la puesta, que papel cumple para los que no acceden a ella naturalmente, como parte de su futuro, sino que la ven como la tierra prometida, la meca anhelada para ser otra cosa que un cuerpo que sufre la humillación de no ser más que un cuerpo, ya se llame prostitución o trabajo industrial. En el espacio escénico, espacio privado e íntimo de un dormitorio, la cama está en el centro y algunos pocos elementos más, entre ellos un cuadro que cuelga inclinado y una ventana. A través de esa ventana Lali (Esther Ramos) observa día tras día a una simple gaviota, quizá como a Juan Salvador Gaviota le es difícil convencer a las otras gaviotas de hasta donde pueden llegar, quizá es difícil para la protagonista darse cuenta de la violencia física y psíquica que ejercen sobre ella los dos personajes masculinos, David (Iñaki Moreno) y Carlos (Kike Gómez). Esther Ramos construye a su prostituta desde lo corporal, con la sumisión a flor de piel, en su gestualidad, en la forma en que desplaza y hasta en el modo en que se viste y se desviste constantemente. El profesionalismo de los tres actores y el hecho de que no que nada sugerido, como las escenas en cierto sentido escabrosas, produce incomodidad en el público. En la sala la tensión y el malestar se perciben, no sólo por la dureza de la temática que no deja a nadie indiferente, sino también por la docilidad de Lali y por sus sueños inconclusos, porque todos sabemos de la cotidianidad de esta situación. Casi al final del texto espectáculo, cuando llueve torrencialmente no implica que la lluvia va a lavar todo el lodo, sino por el contrario lo generaliza: Llueve en Barcelona como llueve en todas partes del mundo. Una propuesta que agrede y, a la vez, compromete al espectador, porque trata un tema complejo de abordar escénicamente como es la explotación sexual, pero lo logra con un texto sencillo y sin entrar en el dramatismo.




Llueve en Barcelona de Pau Miró. Dirección: Yoska Lázaro. Actúan: Esther Ramos (Lali), Iñaki Moreno (David) y Kike Gómez (Carlos) Participación Especial (Voz en off): Elizabeth Vernaci. Asistencia de dirección y producción: Graciela Agrelo. Colaboración en producción: Imma Rabasco. Escenografía: José Daniel Menossi. Asistente de escenografía: Damián Santarán. Iluminación: Paula Fraga. Vestuario: Laura Poletti. Maquillaje: Anna Mundet. Musicalización: Marcelo Medina. Voz: Pepa Luna. Cajón: Carla Zianni. Prensa: Carolina Alonso. Asistencia de producción: Bárbara Castro Soler. Dirección: Yoska Lázaro. Teatro Abasto.



Bach, Richard, [1970] 1976. Juan Salvador Gaviota. Barcelona: Pomaire.




1 En la Argentina la red de prostitución corre paralela al bienestar según afirman “Las juanas de Rosario”: “Las Juanas indican que hay tres rutas que siguen las redes de explotación sexual: la del Turismo Carretera, la del petróleo y la de la soja. Gabriela resalta que Santa Fé es la segunda exportadora de soja del país. Y es muy común para los productores sojeros –los nuevos ricos- “ir de putas” a los pueblos vecinos. ‘Está naturalizado que el cuerpo de las mujeres puede mostrarse, usarse, comprarse y venderse. Romper esa naturalización es un trabajo que hay darse y el arte es una herramienta fundamental para eso.’ Que así sea” El periódico de lavaca, julio 2011/año 5/número 46; “Trata con arte”, pág. 14. ¿Quiénes son Las Juanas?  son un grupo de mujeres que desde el arte reflexionan sobre la explotación sexual de las mujeres. Salieron a la calle con una intervención que interpeló a vecinos y medios, para evidenciar la trama de la trata.

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