martes, julio 17, 2012

Alfonsina de Darío Cortés


El monólogo como estructura y procedimiento tiene en los espacios teatrales una trayectoria que aborda en la actualidad sobre todo dos temáticas, la reconstrucción a partir de la palabra de la subjetividad femenina1, o el humor en una gama de matices que va desde la ingenuidad hasta la ironía cruel, que produce reírnos de nuestro propio mundo cotidiano. El trabajo que lleva adelante, por momentos de manera excelente, Viviana Suraniti es sobre un sujeto femenino que conforma a una de las poetisas más conocidas de principios del siglo veinte; por el tratamiento de sus poemas, como por la osadía y el atrevimiento de comportarse dentro de una sociedad machista midiendo los comportamientos con una regla de igualdad, sintiéndose por momentos frente al hombre como un par con quien compartir la vida y el amor, por otros como alguien que está por encima de sus expectativas. Pero sobre todo, como el texto que construye Darío Cortés afirma, la convicción de saber quien es y que quiere de su vida. La puesta se divide en un espacio que la actriz ocupa en proscenio, y que atraviesa ingresando desde la extraescena, la platea, y un espacio que se construye en la pantalla hacia el fondo del espacio escénico con dos lenguajes que se cruzan: el de la palabra que nos llega a partir del sonido de una vieja máquina de escribir, y el de la imagen, que van develando aspectos que la lengua omite, aunque hacia el final resulta redundante. Dividida en los momentos fundantes de su vida: niñez, adolescencia, madre, poeta, y la despedida final, la figura de Alfonsina surge de los fragmentos de la memoria y de su propia creación artística. El inicio con la canción que la identificará para siempre en la voz de una Mercedes Sosa joven, une las temporalidades, ya que a la rebeldía de una se une la lucha de la otra en los convulsionados años setenta, donde la lucha por lograr un lugar y recuperar la memoria colectiva latinoamericana se anuda en esa figura de la poetisa que tiene como amigas a la chilena Gabriela Mistral, y a la uruguaya Juana Ibarbourou. La mujer y la literata, la mujer que quiere hacerse un lugar en el coto de la literatura dominado por la mirada masculina, y la madre /amante de la vida y del amor a los hombres a pesar de reconocer en ellos el muro a sus ambiciones de vuelo, o el vuelo corto que le exigen para ser amada:

Hombre pequeñito, hombre pequeñito
Suelta a tu canario que quiere volar
Yo soy el canario, hombre pequeñito
Déjame saltar

El comienzo del texto espectáculo surge de una síntesis perfecta, una síntesis sémica que aglutina sentidos: Alfonsina / Mercedes[2] / el mar. De este modo, en la forma en que se presenta la obra el espectador capta, gracias a su saber, el sentido concreto de la misma. La fuerza de este inicio quizá diluye la última escena en una mirada ingenua; como también podría ser un detalle a cuidar el vestuario que por momentos nos sumerge en una época determinada, por ejemplo cuando nos traslada a Mar del Plata en 1938, y en otros momentos es atemporal y demasiado brillante. Pequeñas fisuras que con profesionalismo la actriz supera al construir a su personaje desde distintas aristas, con sus tonos y su gestualidad, para que en cada poema recitado el espectador no realice ningún esfuerzo para “escuchar” la voz misma de la poetisa. En la densidad de este relato de vida ficcionalizado la incorporación de lo audiovisual es un respiro para la sensibilidad espectatorial. Con un ritmo constante este “viaje” poético y teatral va más allá de la duración real del espectáculo, tiene un plus extra, pues después de la función es inevitable revisitar la obra y la vida de Alfonsina, mientras recordamos que el Gobierno de la Ciudad miró hacia otro lado durante la demolición de su última casa[3], en diciembre del 2011. Estas distintas aristas sobre las que está montada la obra permiten encontrar el eje central en el cruzamiento de la expresión artística y la vida cotidiana de una mujer por demás muy especial aunque, lamentablemente, todavía algo invisibilizada.







Alfonsina dramaturgia y dirección: Darío Cortés. Actriz: Viviana Suraniti. Asistencia de dirección: Julián Luque. Asesoramiento literario: Adrián Melo. Fotografía: Ezequiel Demaestri. Arte gráfico: Mariano Pérez Cabriada. Multiespacio Los Ángeles











1 En este momento en la cartelera de Buenos Aires podemos ver monólogos que se refieren a figuras femeninas rescatadas de la historia en un doble movimiento el de la memoria y el de la fidelidad con los hechos, siendo estos últimos atravesados por puntos de vista íntimos que se alejan de lo notorio y conocido y bucean en la construcción de sus significativas subjetividades: ¡Ay, Camila! de Cristina Escofet, Los pasos de Paloma de Mercedes Alonso, En el nombre de Raquel de Myrtha Schalom; Felicitas o las niñas mudas de Adriana Tursi; Trinidad Guevara de Marianella Morena. Entre los que trabajan subjetividades femeninas desde el humor, podemos mencionar a Gabriela Acher en Algo de mi madre, todo sería demasiado; Madre primeriza con Mariel Rosciano; los unipersonales de Mónica Cabrera, para mencionar algunas puestas. La denominación que a veces se les da a estos espectáculos como unipersonales chocan con la definición teórica del género; según Jorge Ávalos el unipersonal a diferencia del monólogo es: “Un espectáculo unipersonal es aquél cuya concepción, creación y ejecución corresponde a una sola persona. El uso del término indica una modalidad de producción que enfatiza la visión artística de un creador. En ese sentido el trabajo unipersonal se diferencia del solo de danza, del monólogo o de la revista musical o teatral (one-woman o one-man show) porque aunque estos son espectáculos interpretados por una sola persona, podrían responder a la visión de otra, ya sea un productor, un coreógrafo, un director, un dramaturgo o un compositor. Cuando los espectáculos unipersonales se configuran dentro de géneros tradicionales del teatro, el monólogo o el solo, se distinguen porque introducen la variante de una concepción muy personal del arte escénico.(…) Se puede aseverar que el factor que define un espectáculo unipersonal no es la soledad de un intérprete sobre la escena, sino el poder simbólico que supone el encuentro del público con la visión personal e integral de un artista que asume todos los riesgos del proceso de creación y producción.”

[2] http://www.youtube.com/watch?v=eU1Hpc_iqL8&feature=fvwrel

[3] http://www.diarioregistrado.com/Sociedad/55954-apuntan-al-pro-ante-la-demolicion-de-la-casa-de-alfonsina-storni.html



Alfonsina y el mar (Mercedes Sosa)

Por la blanda arena que lame el mar
Su pequeña huella no vuelve mas,
Un sendero solo de pena y silencio llego
Hasta el agua profunda,
Un sendero solo de penas mudas llego
Hasta la espuma.

Sabe Dios que angustia te acompaño
Que dolores viejos callo tu voz
Para recostarte arrullada en el canto
De las caracolas marinas
La canción que canta en el fondo oscuro del mar
La caracola.

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar...?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la esta llevando
Y te vas hacia allá como en sueños,
Dormida, Alfonsina, vestida de mar...

Cinco sirenitas te llevaran
Por caminos de algas y de coral
Y fosforescentes caballos marinos harán
Una ronda a tu lado
Y los habitantes del agua van a jugar
Pronto a tu lado.

Bájame la lámpara un poco mas
Déjame que duerma nodriza en paz
Y si llama el no le digas que estoy
Dile que Alfonsina no vuelve...
Y si llama él no le digas nunca que estoy,
Di que me he ido...

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar...?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la esta llevando
Y te vas hacia allá como en sueños,
Dormida, Alfonsina, vestida de mar...










No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails