miércoles, octubre 17, 2012

Alma de Armando Saire y Lorena Székely




Un espacio delimitado por un diagrama de líneas en el suelo y por la luz, una silla, una pequeña valija de donde surgen la necesidad y el milagro, una planta, un cactus que señala procedencia y destino, y una soga con que saltar los tiempos y las distancias; del juego infantil al sueño de adolescente, a la realidad que pesa como una piedra atada por una soga en el vientre. La valija contiene la pequeña vida de Victoria, y una esperanza grande que la desborda, y se le escapa por las manos, las piernas, y el pelo, largo hasta el suelo donde el azar jugará con ella como en cada salto de rayuela; la desviará del cielo que busca y espera hasta el infierno que no teme y desconoce. La actriz, Lorena Székely, desde su pequeña figura, inunda el espacio con su presencia única y aborda todos los lugares, todos los personajes con los cuales entabla un cuasi / diálogo, incluido el espectador. Logra con su voz, ser una y dos y todas las que habitan las circunstancias que atraviesan su relato. El unipersonal, ya que la dramaturgia también la tiene como una de las autoras, es el género que le permite mayor lucimiento al actor o la actriz que lo aborda, pero también aquel que exige de ellos un compromiso mayor. Compromiso que Székely asume con pasión para constituir a los dos, a Victoria devenida Alma, y a Alma que nunca olvida, porque no puede, que fue alguna vez Victoria. El minimalismo y la simpleza de los elementos juegan en la puesta a favor de la misma, porque permiten el lucimiento de una actriz que nos lleva de la mano al discurso del drama cotidiano pero jugando. Su plasticidad para pasar del presente al pasado a través de  flash –back, que en su ritornelo describe el hilo conductor, la lógica temporal de su vida. Una vida marcada por la economía de posibilidades, por el egoísmo de los otros, por la inocencia que luego se convierte en ausencia para sobrevivir. La trata de blancas1 tratada sin desborde, ni golpes bajos, sino desde el medio tono de una intimidad que Alma / Victoria nos permite atravesar y compartir sin estridencias, pero con una profundidad emocional inquietante. Dos temáticas de discriminación que se cruzan, la del un sujeto femenino que viene con su deseo, a concretarlo en una ciudad hostil, y la de aquella que engañada se convierte en objeto, en víctima de una situación de pobreza y desamparo para luego ser denigrada por la mirada del otro, aunque sea de su propia sangre. La ductilidad de la actriz[2] junto a la co-dirección de Saire – Odierna introducen al espectador, más allá de la pura teatralidad del unipersonal, en los fragmentos de un relato de vida y en cuyos dobleces hay más realidad que ficción, situaciones traumáticas que se invisibilizan ante una sociedad que, en general, condena a las “Alma”. Imágenes tiernas en algunos momentos y muy crueles en otros, imágenes potentes a partir de la gestualidad y de los desplazamientos de Victoria / Alma. Un movimiento originado desde el interior de la actriz, y con esa fuerza intrínseca permite que dicho movimiento, al propagarse hacia el exterior, encuentre fuertes puntos de contactos con el espectador. Un cuerpo menudo que sabe transmitir, por ejemplo, la inocencia pueblerina o la humillación desgarradora de la violación. Un cuerpo pequeño que desborda energía y tiene clara conciencia de los diferentes tonos y del diálogo tónico corporal necesario para que un cuerpo particular se transforme en una corporalidad únicamente femenina, de tal manera que es imposible que el receptor - sea hombre o mujer – no se involucre afectivamente con la ficción. Una niña, una joven que con un dado imaginario avanza en la rayuela y en la vida tratando de que el infortunio se olvide de ella. Como espectadores atentos a este hecho teatral, compacto y sin fisuras, donde la realidad supera la intriga de una forma tal que despierta en nosotros un fuerte compromiso para ayudar a visibilizar estas mujeres sobrevivientes de una sociedad que las niega constantemente.







Alma[3] de Armando Saire, Lorena Székely. Intérprete: Lorena Székely. Predramaturgia: Néstor Navarría, Leonardo Odierna, Lorena Székely. Diseño de Iluminación: Néstor Navarría. Diseño de Gráfica: Diana Rutkus. Escenografía y Vestuario: Mercedes Piñero. Prensa: Tehagolaprensa. Comunicación: Luciano Székely. Fotografía: Lucila Arietti. Trailer: Andrés Portaluppi, Lucía Manzano. Operador de Luces: Miguel Madrid. Producción: Pablo Mariuzzi. Asistencia de Producción: Ana Laura Schechtel. Asistencia de Dirección: Néstor Navarría. Producción General: Grupo Sin Guardia. Dirección: Armando Saire y Leonardo Odierna. Vera Vera Teatro.





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1 La ley Palacios de 1913, comprendía por primera vez una sanción para un comercio que en el país era de moneda corriente. Un poco de historia: En 1797, sesenta y seis reclusas que estaban en camino hacia una colonia penitenciaria en Australia recalaron en el Río de la Plata, después de un motín que tuvo lugar en el barco prisión Lady Shore. Algunas de esas mujeres permanecieron en Buenos Aires ganándose la vida con la prostitución. Posteriormente, en la década de 1860, otras prostitutas y rufianes se instalaron en la ciudad. La trata de blancas precedió, por tanto, a la prostitución legalizada en la Argentina que comenzó en 1875. Desde ese año, arreció el tráfico de mujeres para los burdeles. La mayoría de ellas, procedentes de Europa del Este, Francia e Italia, eran víctimas engañadas por los rufianes. Este hecho motivó, entre otros, la celebración de congresos internacionales abolicionistas y la formación de entidades protectoras con ramificaciones locales. Así, la Asociación Judía para la Protección de Jóvenes y Mujeres (JAPGN), fundada en  Londres en 1885, tuvo una filial en la Argentina.
La Unión Internacional des Amies de la Jeune Fille en Suiza tuvo asimismo su rama local: la Asociación Nacional Argentina contra la trata de blancas, integrada por hombres prominentes, dirigentes religiosos de la comunidad de inmigrantes, políticos y reformistas argentinos. Recién en 1913 el Congreso Nacional sancionó la ley antitráfico (9143). El proyecto, que había presentado el legislador socialista Alfredo Palacios, ampliaba la definición de la trata de blancas e incorporaba la corrupción de menores de ambos sexos y de mujeres adultas. Los culpables serían condenados y los parientes, esposos o tutores perderían el derecho a la patria potestad sobre la mujer o la menor. Los rufianes extranjeros podían ser deportados y perderían la ciudadanía si eran reincidentes de la esclavitud blanca. Pero no tendrían que pagar los costos de la repatriación. La respuesta a esta legislación fue favorable en el plano local e internacional.  (El ruido de las Nueces, blogspot.com)

[2] Como actriz actuó en El abuelo del pescador de Ernesto Marcos y Alejo Piovano, El día que Nietzsche lloró con dirección de Lia Jelin, Lope de Aguirre, traición, con dirección de Roberto Aguirre, Edilicio (historia de mujeres desesperadas) de Dario Serantes, en El Himno, de Claudio Nadie, Woyzeck con dirección de Carlos Rivas , Somos dirigida por Martin Pavlovsky y Los Mitos de Creación Sol y Luna con dirección de Sam Kerson y Roberto Villaseñor. Como directora, estrenó Miradas descalzas una Creación colectiva en 2005, El burgués gentil hombre de Moliere, en la Sala Alberdi (C. Cultural San Martín), Trescientos Millones de Roberto Arlt y Médico a palos de Moliere entre otras. Espectáculos en cartelera: Alma (Dramaturgia, Actriz) y Puig´70, lo que calma el ansia de los muertos (Actriz) [http://www.alternativateatral.com/persona10012-lorena-szekely]

[3] Según la gacetilla de prensa es un “trabajo inspirado en El  Alma Buena de Se-Chuan, la  Película Irina Palm de Sam Garbarsky entre otros disparadores”.













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