lunes, octubre 29, 2012

Poseídos entre lilas (1969/2012) de Alejandra Pizarnik




“Todo el mundo sonrió  y tomó el té sobre la roca, en el funesto crepúsculo, mientras aguardaban a Maldoror que había prometido venir con su nuevo perro. Entretanto,  la muerte cerró los ojos, y tuvieron que reconocer que dormida quedaba hermosa”.(1990, 25)


En el espacio de la UPB (Universidad Pública de Belgrano) se lleva adelante la puesta de la única pieza teatral que escribiera la poetiza Alejandra Pizarnik. En una versión que produce una interesante síntesis del mundo alucinado de la autora, y su problema con el afuera de la vida cotidiana, su director Alejandro Acuña devela el interior de una psique que temerosa de mostrarse crea en la literatura un ambiente de refugio pero también de creciente sofocación. De los cuatro personajes que componen el texto dramático, Acuña, reduce a tres actores la tarea del desdoblamiento de los personajes. Sólo Carl (Ana Palacio) es siempre ella misma, ya que Segismunda es a la vez Futerina, y Macho cumple su rol y también es el muñeco, -muñeca en el texto original- .Esta economía que también se expande al espacio escenográfico, construye una mirada que hace pasar su punto de vista por la lucha de Segismunda por retener a Carl pero sobre todo por lograr conectarse con la multiplicidad de seres que la habitan. La ventana que conecta al personaje con la vida real, no es suficiente para calmar la ansiedad de Segismunda ni para permitir que Carl deje de pensar en huir, en realidad irse de la cabeza de la primera con quien mantiene un duelo estético. El caballito de madera que sustituye al triciclo mecano erótico, participa de ese juego de oposiciones, ya que el personaje tiene las características físicas de una amazona, -botas de montar, pantalones, camisa y chaleco- pero conlleva en sí la dificultad de moverse ya que es también la otra, la que apenas luego del accidente puede movilizarse ya que no tiene piernas. La actriz Ana Pasulevicius logra dar cuenta con sus movimientos y su autoritaria manera de expresarse de esta contradicción, que desde lo físico señala la imposibilidad psíquica del escape. La reducción de secuencias que tiende a concentrar la intensidad dramática, no alcanza sin embargo para que en algunos momentos la tensión decaiga, aunque las actrices en su dueto logran nuevamente tomar el impulso necesario para la explosión expresiva. Pizarnik fue una poetiza compleja con un mundo onírico subyugante que daba cuenta de la fragilidad de su vida pero también de la fuerza de imágenes que poblaban un alma conflictuada como la suya, que buscaba a través de la palabra explicar el mundo y su propia intimidad. El espacio escénico, con muy pocos elementos, y la iluminación, que va recortando según lo requiere la situación dramática, crean el clima claustrofóbico y oscuro que del texto primero emerge. Tres personajes, seres que parecen estar por fuera del mundo cotidiano y que se desplazan en un no lugar, como en un laberinto que mientras se camina por él se va construyendo y destruyendo en el mismo acto. Las paredes y el piso de color negro, también, dan cuenta de un presente incierto, muñecas dispersas que actualizan un pasado quizá feliz y, a su vez, anuncian un futuro negado al común de los mortales. Un acierto de esta puesta en escena es alcanzar esa tensión entre la vida que retrocede y la muerte que avanza, tan propia del estilo poético de Pizarnik: “Carl: he vivido entre sombras. Salgo del brazo de las sombras. Me voy porque las sombras me esperan. Seg, no quiero hablar: quiero vivir” (1990, 115)
 







Poseídos entre lilas de Alejandra Pizarnik. Elenco: Ana Palacio, Ana Pasulevicius, Jorge García. Asistencia: Tamara Arce. Dirección y Adaptación: Alejandro Acuña. Auditorio UPB
















Pizarnik, Alejandra, 1990. Alejandra Pizarnik. Obras completas. Buenos Aires: Corregidor.



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