lunes, febrero 18, 2013

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig


Bajo un manto de estrellas (1981) de Manuel Puig es una comedia que parece simple y sencilla pero que no deja de ser encantadora. Lo de simple y sencilla viene a cuento de una estructura dramática en donde los recursos que se le ofrecen al espectador son prácticamente los mismos pero reformulados. La cuestión cíclica del texto dramático hace que tres de los actores deban encarnar varios personajes. Los cinco actores de la obra se lucen y despliegan sus artimañas para hacer agradable una obra donde siempre merodea el tema del encierro, la obsesión y la decadencia de una clase ociosa. La pareja de padres protagonizada por Adriana Aizenberg y Héctor Bidonde comienzan la acción llena de tics y atados prácticamente a la audición de una radionovela que llena su tedio, planteando el conflicto a la manera del absurdo, pero el desarrollo de la trama va a demostrar que el conflicto principal es real y bordea la locura y la muerte. Pompeyo Audivert, María José Gabín y Paloma Contreras, con sus actuaciones, también logran superar una puesta escenográfica pobre, donde la iluminación tampoco acompaña la muy buena labor de los actores, que poseen una ductilidad imprescindible para los pasos de comedia que el texto requiere.

Un texto que el programa destaca como el primero para teatro de la carrera de Puig e inédito hasta el momento, y donde los tempos narrativos son muy importantes y ajustados. Por otra parte,  es una obra que juega con el tiempo histórico, pero por más que se sitúe a fines de los años 40 y esté escrita en 1981, realiza un planteo que cala en el presente. La cuestión de que exista un relato previo, una historia llena de intrigas y mentiras, con secretos no muy bien guardados, pero que a la vez este relato se imponga a lo real, no aceptándolo, y tratando de ajustar los hechos nuevos que se suceden a una versión de las cosas preexistentes, logra traer la pieza al hoy. La alineación de los personajes principales que son los que conducen la trama resulta perjudicial hasta para los que reconociendo ese problema tratan de sacar beneficio. Las muertes se suceden pero la fantasía que no se modifica sirve para justificarlas. Al final la nueva generación representada en una trabajadora de la clase humilde, que se acerca con buenas intenciones, es la única que pueda escapar de esa telaraña, reconocer la falsedad, y escapar con un botín más que suculento, el futuro. Todo se amolda a una historia llena de diálogos, que aparenta una fluida comunicación, pero que en su encierro y bajo un manto de estrellas, son una sucesión de palabras, para que nada se modifique. Con una poética que en algunos de sus procedimientos obedece al absurdo de amenaza, Puig consigue producir una textualidad donde la metáfora e ironía se unen para conformar un relato que se vuelve sobre sí mismo en un espiral temporal donde vivos y muertos construyen desde sus miradas diferentes una historia no lineal, una sucesiva interpretación de los hechos.

Manuel Puig escribe la obra en el exilio; en los setenta en Buenos Aires se sentía amenazado e inseguro, por eso en septiembre de 1973, abandonaría la Argentina en dirección a México, luego sería amenazado por la triple A en 1974, cuando ya no se encontraba en el país:



En diciembre de 1974 hacía más de un año que yo había abandonado la Argentina, cuando, de todos modos, la Triple A, una organización nazi protegida por Isabel Perón, llamó por teléfono a la casa de mis padres para que yo dejara el país en 24 horas, etc. Yo estaba entonces en una larga lista con gente de izquierda que había apoyado al peronismo. (Levine, 2002, 225)



Después del éxito de su novela Boquitas pintadas1, y el que obtuvo la película que filmara Torres Nilsson sobre la misma, muy alabada en el Festival de Cine de San Sebastián en 1974, y a pesar del apoyo de casi toda la prensa escrita2 y del público, el autor sintió el vacío que el campo intelectual le ofrecía..



La historia no había tenido lugar, nadie había reconocido la realidad. Perón no había pateado a los izquierdistas, yo seguía siendo un reaccionario por no haberme unido al movimiento. Lo peor de todo era que mi libro había sido prohibido por la derecha y a la izquierda argentina no le importaba. (Levine, 2002, 239)



En el exilio escribiría también otra de sus novelas, luego adaptada a pieza teatral, El beso de la mujer araña; pieza estrenada en Brasil,3 y que tuviera una versión musical hace unos años en Buenos Aires. Manuel Puig es un autor que tuvo un arduo camino para obtener el reconocimiento de sus pares en el campo de la literatura nacional, y ese vaivén sobre la apreciación de sus valores recayó también en su escritura dramática, poco transitada, y casi ignorada por el canon de nuestra historia teatral.


 






Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig/Manuel Iedvabni. Elenco: Adriana Aizenberg, Pompeyo Audivert, Héctor Bidonde, Paloma Contreras, María José Gabín. Dirección: Manuel Iedvabni.  Asistente de Dirección: Angie Zamblera. Iluminación: Roberto Traferri. Escenografía y Vestuario: Julio Suárez. Fotografía: Christian Inglize. Música original: Sergio Vainikoff. Diseño gráfico: Lia Parsons. Prensa y Comunicación: Varas &Otero. Teatro La Comedia.



http://www.facebook.com/pages/Teatro-La-Comedia/328631194442






Levine, Suzanne Jill, 2002. Manuel Puig y la mujer araña. Buenos Aires: Seix Barral /Los tres mundos /Biografía.




1 “El éxito de Boquitas pintadas empezó a abrirle puertas al mundo donde más deseaba entrar, donde en realidad había tratado de estar durante la pasada década. Actores latinoamericanos de primer nivel querían interpretar sus personajes, y jóvenes cineastas argentinos lo bombardeaban con ofertas y proyectos. La adaptación de su obra por la industria del cine empezó a ser una realidad para Manuel a principios de los setenta, pero, absorto en su escritura y escéptico sobre la calidad de los aspirantes no aceptó, hasta que en 1973 se le acercaron Beatriz Guido y su esposo, el distinguido director Leopoldo Torres Nilsson, figura enérgica y carismática en la vida actual argentina de los años 60 y 70. (Levine, 2002, 231)



2 Tuvo sólo una crítica adversa del matutino La Opinión.


3 (…) en Brasil tendría su primer éxito como dramaturgo, y las producciones teatrales de El beso de la mujer araña empezarían a brotar en todas partes. Su primer adaptación representada fue en Milán, en 1979:



La mujer araña ha sido representada en Italia; los resultados aún no se saben pero alguien me pidió los derechos para Francia después de verla: estoy haciendo mi propia adaptación estimulado por un productor brasileño que está preparando la puesta aquí. Como son sólo 2 personajes espero que la hagan en todas partes. ( Levine, 2002, )292



El beso…también fue llevada al cine en 1985 en una coproducción brasileña /estadounidense con el actor William Hurt, como Molina, Sonia Braga, y Raúl Juliá  en el papel de Valentín, dirigida por Héctor Babenco.









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