martes, mayo 28, 2013

Vago de Yoska Lázaro


Con el sonido de la cumbia villera ingresamos al espacio del Teatro del Abasto para ser testigos del nacimiento de una nueva forma de realismo que construye sus procedimientos con algunos de los ya empleados en uno de los géneros que más nos representan: el grotesco criollo. Dos elementos para destacar, uno que tiene que ver con lo semántico y otro que procede de la forma. El primero, los materiales con los cuales el dramaturgo construye sus personajes se encuentran en el conurbano, una geografía y una temática poco transitada por nuestros autores, que habitualmente prefieren la problemática de la clase media y sus conflictos; Lázaro ubica la intriga en  una de sus villas, representativa de muchos otros habitat. El segundo, es proceder con esos materiales a crear criaturas verosímiles que no tienen una mirada dividida entre buenos y malos sino que exponen con crudeza sus vidas en el recorte efectuado por el grupo, Teatro a tres Velas1, luego de una exhaustiva investigación. Personajes que develan una vida difícil, compleja, a veces hasta absurda desde nuestra propia mirada de espectadores cómodos en nuestras butacas, pero es la pueden llevar en busca de las soluciones a todos los obstáculos que se empeñan en dificultarles el diario vivir. Porque de eso se trata, de preguntarnos a nosotros mismos ¿qué haríamos cuando el mundo es un cúmulo de problemas y las posibilidades no son siempre las que se desean? ¿Cuándo no contamos con los recursos necesarios para enfrentar un universo hostil? La puesta tiene la virtud de transferir la máscara2 propia del grotesco al público, ya que al enfrentarnos con una realidad que no queremos mirar, que no sabemos comprender, que preferimos ignorar, nos obliga a enfrentarnos y  desnudar nuestra propia hipocresía, y nos lleva esta vez a ser nosotros los cargados de patetismo, ante nuestra confusión y malestar. Con una construcción alejada de lo psicológico, que cree en lenguaje del cuerpo más que en el discurso lineal, que no presenta una fábula central sino las relaciones de los personajes cargadas de violencia física o verbal,  casi sin afectividad, con pequeños raccontos que dibujan el pasado de carencias, con la recuperación de un lenguaje duro pero verdadero, con la ruptura de la cuarta pared, desde los monólogos que inician el relato, dando cuenta en ese corte que todos son protagonistas de su propia historia3; Yoska Lázaro y el grupo de actores van elaborando un tejido, una tela de araña que parece indestructible. Como la pieza no presenta juicios de valor, tampoco se jacta de dar soluciones, o de pontificar desde el escenario. Simplemente quiere que veamos lo que nos negamos a ver, por miedo, comodidad, ignorancia o egoísmo. Situaciones cotidianas de seres marginales, que nos rozan con su presencia pero que creemos que alcanza con cerrar los ojos para que desaparezcan. Seres que nos incomodan pero que no advertimos que son nuestros chivos expiatorios, la punta del iceberg de nuestras miserias, y no sólo las que se refieren al dinero. Un nuevo Roberto Arlt que apuesta al hiperrealismo, o un neo-grotesco, -de todas maneras las definiciones no son tan necesarias-, que busca comprender sin calificaciones ni moralejas. Los actores construyen sus personajes desde la búsqueda de una lengua propia, con una corporalidad que también ofrece desde todos los signos posibles un lenguaje a decodificar, sus trabajos son excelentes, precisos y cada uno de ellos, guardan para sí, la impronta de una búsqueda intensa de composición. La textualidad es el resultado de la misma, un corte en el devenir de las situaciones posibles, sin la pretensión de abarcar un todo que por su realidad se escapa entre las manos de quien quiera capturarlo. Para ello, cuenta con un interesante trabajo en la espacialización que se expande hacia la extraescena, que no deja de sumar significantes, y para la platea a quien hostiga desde la palabra; con la impronta de la iluminación que consigue darle el color de la sordidez que se enuncia y una escenografía y un vestuario que no sólo pretende ser una constatación naturalista. Vago es un corte, un relato de instantáneas que sin embargo no se queda en la imagen sino que profundiza su mirada para descubrir, si se pudiera, la otra cara de lo aparente.
 










Vago de Yoska Lázaro. Elenco: Fernando García Valle (El Nene), Romina Oslé (La Negra), Marcelo Saltal (Camacho), Julieta Timossi (La Mili), Nicolás Blandi (El Tute). Voz en off: Alejandro Apo. Diseño de luces: Paula Fraga. Asesoría de escenografía y vesturario: José Daniel Menossi. Fotografía: Boris Ponce. Diseño gráfico: Juan Pablo Rodríguez. Audio y musicalización: Fernando García Valle, Marcelo Medina. Asistencia de dirección: Gonzalo Ramos, Vilma Cubillas. Asistencia de producción: Bárbara Castro Soler. Prensa: Simkin & Franco. Producción ejecutiva: Kike Gómez. Grupo Teatro a Tres Velas. Dirección: Yoska Lázaro. Teatro del Abasto.








http://www.teatrodelabasto.com/









1 Teatro a tres velas es un grupo teatral  dirigido por el director, autor y actor Yoska Lázaro, que nació en el 2007. Trabaja temáticas sociales e históricas de nuestro país, como la dictadura militar, la identidad, la marginación, la pobreza y la lucha por sobrellevar la realidad;  dentro de los trabajos de la compañía se encuentran El ingenio de los obrantes (2007), Los errores de Noé (2009/2011), Filigranas sobre la piel (2009), Todas dirigidas por Yoska Lázaro. En el 2012, el grupo invitado al Primer Festival Internacional de Brecht con una puesta sobre Santa Juana de los Mataderos. Estuvo invitado al evento 12.12.12. que organiza el Centro Cultural Español en Buenos Aires, con la obra Una pieza menor, también de Yoska Lázaro, Teatro a tres velas, en el año 2013, presenta Vago,  donde reafirma su teatralidad referente a lo social.


2 En el grotesco criollo el sujeto de la acción lleva una máscara social que le permite transitar su vida sin darse cuenta de quienes son los otros y quien es él en realidad. Cuando ésta cae con la ayuda de otro personaje que lo expone a la cruda realidad el personaje muestra su estado patético y la inutilidad de sus gestos. La verdad descubierta lo enfrenta a sí mismo y a su entorno por primera vez. Así Vago enfrenta a un espectador a quien busca hacer reaccionar y  reflexionar con una realidad que no quiere ver, y lo obliga a dejar caer la máscara que lo cubre para saber por fin sus propias contradicciones.



3 Los monólogos que inician la puesta e interpelan al espectador, más el flash – forward  que el personaje de Camacho hace de su propio final, tienen también una línea de procedencia con el realismo épico y su densidad narrativa.







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